La precuela de la popular The Walking Dead se ha quedado floja.
Muchas productoras se alegrarían de tener un programa que les permita conseguir un promedio de 4 millones de televidentes por episodio; entonces, ¿por qué podría ser posible catalogarla como un fracaso?
En primer lugar su rating, a pesar de ser bastante bueno, se ha ido desplomando episodio tras episodio: poco más de 10 millones de personas vieron el estreno de la serie, pero para el séptimo capítulo de la segunda temporada ese número se había reducido a poco más de 4 millones. Un descenso de más de 6 millones de televidentes.
Cuando estos números se comparan con los de su hermana mayor, The Walking Dead, que en las últimas temporadas no bajan de 12 millones de espectadores por episodio (llegando incluso a superar los 17 millones), no cabe duda de que algo no está bien.
En segundo lugar están los personajes. No vale la pena nombrarlos porque, probablemente, pocos los recuerden. No son memorables y, peor aún, son aburridos… sin personalidad. El éxito de cualquier serie (Breaking Bad, Game of Thrones, Mad Men, etc.) depende en una gran mayoría del carisma de sus protagonistas y antagonistas; en su capacidad de hacer que el público sienta toda clase de emociones hacia ellos.
Fear the Walking Dead tenía toda la tarea hecha, solo necesitaba entregarla y, hasta ahora, no lo ha hecho. Lo que parecía una gran premisa al principio no ha hecho más que ir espantando a los fans y entusiastas que optan por “darle otra oportunidad” semana tras semana.
Por Gustavo Cantella
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