La vida es un montón de acontecimientos imperfectos que se entrelazan entre sí hasta llegar al presente que resume lo que somos ahora. Sin embargo, es útil destapar el cartón para recordar familiares, amigos, cándidos compañeros de aventuras, la primera ilusión y aquella persona que fuimos alguna vez.
Hace unos días mientras limpiaba mi dormitorio hallé debajo de mi cama una caja mediana que tenía mucho tiempo sin ver. Con ímpetu decidí examinarla, dentro de ella se encontraba lo que hasta ahora ha sido mi antología.
Viejos momentos capturados de mi infancia, adolescencia y también algunas de mi graduación. Un cd con un vídeo y fotos de mi decimoquinto cumpleaños, una carta de regalo de algún admirador, unas tarjetas de invitación para algunos quince años, un girasol marchito, un cojín con un mensaje encantador y una cadena que un peculiar visitante olvidó en casa: un montón de cosas tangibles que me dieron un pasaje directo al pasado.
Revisé los álbumes fotográficos, en las imágenes todos los personajes mostraban sus mejores sonrisas. En todas aparecí con algunos parientes, amigos o simples conocidos que dieron un paso fugaz por mi vida. Como una función de cine, en mi mente reviví el momento, el lugar, los sonidos de cada instante, que ahora se plasman en tinta y papel.
Las tarjetas y cartas, aunque son pocas, fueron escritas impulsadas por los sentimientos de alguien quien me consideró especial. Suspiré al recordar el cómo fue la entrega de cada una de esas misivas y admiré la valentía de manifestar las emociones y sentimientos a través de un improvisado manuscrito.
Entre mis dedos sostuve la cadena que jamás pude regresar, así como otros objetos olvidados en casa que también forman parte de mi colección de recuerdos y que desde entonces las consideraré como propias. El girasol marchito y el cojín, regalo para un 14 de febrero, me hicieron sentir como niña risueña.
Esos vestigios dieron clic a la película de numerosos momentos que viví, aciertos y desaciertos que cometí. El desenlace fue saber diferenciar el antes y el después de cada situación y qué resultados me dejó.
Personas fueron y vinieron, otras jamás reaparecieron, pero no cabe duda que el mejor compañero que tenemos somos nosotros mismos.
Es indispensable conectar con el presente, disfrutar de lo que tienes a tu alrededor, de los pequeños detalles... Pues al fin y al cabo estamos hechos de recuerdos para tener algo que contar, unidas a experiencias que nos enseñan a seguir adelante.
Por @paolagcv
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